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De una promesa, surgió mi resurrección.

domingo, 14 de abril de 2013

Tiempo atrás.

¡Hola queridos lectores!

Estamos a domingo, uno de los días más depresivos de la semana... pero bueno, todo se puede con ilusión, y de eso ahora mismo tengo mucha.
Hace dos días, mis amigos me mandaron una mensaje con un recorte  del periódico de nuestro pueblo, en el que salía una foto mía cuando gané un concurso de microrrelatos contra la violencia de género. Ese concurso es bastante viejo, de noviembre de 2012, pero quería dejaros lo que escribí, porque me sentí muy orgullosa de ello.

¡Espero que os guste!




CONFUSIÓN


El sabor salado de las lágrimas se mezclaba con lo metálico de la sangre. Era poco blanco sobre tanto rojo. Su piel clara como la cara más amable de la luna dejaba entrever la dureza de marfil con la que había sido tratada. Los ojos no hacían más que mirar de un lado a otro. Asustadizos de la costumbre. Miedosos de lo conocido.
El pelo revuelto, como la más bella de las metáforas. Pero en esta ocasión había sido otro tipo de tormenta el que lo había provocado. Sus manos, cansadas de la lucha, se dejaban hacer. Ya la resistencia no era una opción. La manera de que acabase era esperar. ¿Pero a qué era a lo que debía aguardar? El final feliz se había tornado para ella en algo ya imposible. Solo soñaba con que acabase. Era su anhelo.
Pero…¿qué era acabar? La historia de la rosa  en una mano y la bofetada en la otra. Quería poner el punto final, pero ya era demasiado tarde. Ella lo sabía.  Solo quedaban los golpes de recuerdos que con fuerza machacaban lo que quedaba en su consciencia.
Buscaba calor en su cuerpo desnudo. No lo encontraba, su luz  había ido desapareciendo poco a poco.  La angustia y la desesperación habían dejado paso a la reflexión. A la búsqueda del por qué. Miró el reloj que se alzaba en la pared. Los minutos en él normalmente se hacían eternos. Pero aquel día se pararon completamente. Ella estaba allí, en posición fetal, agarrándose con las manos las rodillas temblorosas. Con un nudo en la garganta que no la dejaba respirar. El oxígeno escapaba por momentos de  sí.  Sólo atisbaba a escuchar palabras de amor. No le sorprendían, había incluso llegado a pensar que aquello era querer .  Pero no, los te amo no son compatibles con moratones. Y los buenos días princesa no son sinónimo de con quién has estado, puta. Ambos se clavaban en su pecho de manera diferente. Pero el dolor, llegado el momento, se había convertido en el mismo.  Su cerebro aunque, casi muerto, había conocido la razón, y se había dado cuenta  del error. No sólo suyo. Pero el reloj de la pared la seguía persiguiendo. Oía lágrimas que no eran la suyas. Olor a sangre que no le pertenecía. Pero se alegraba de que fuesen dos los corazones que dejasen de latir ese día. La extinción de dos almas, que habían sido antónimos murieron juntos. Pero más separados que nunca.
La agonía iba en crescendo. Y la vida, poco a poco, se apagaba.

Gracias por leerme.    <3

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Abelardo Castillo.