Estamos a domingo, uno de los días más depresivos de la semana... pero bueno, todo se puede con ilusión, y de eso ahora mismo tengo mucha.
Hace dos días, mis amigos me mandaron una mensaje con un recorte del periódico de nuestro pueblo, en el que salía una foto mía cuando gané un concurso de microrrelatos contra la violencia de género. Ese concurso es bastante viejo, de noviembre de 2012, pero quería dejaros lo que escribí, porque me sentí muy orgullosa de ello.
¡Espero que os guste!
CONFUSIÓN
El sabor salado de las lágrimas se
mezclaba con lo metálico de la sangre. Era poco blanco sobre tanto rojo. Su
piel clara como la cara más amable de la luna dejaba entrever la dureza de
marfil con la que había sido tratada. Los ojos no hacían más que mirar de un
lado a otro. Asustadizos de la costumbre. Miedosos de lo conocido.
El pelo revuelto, como la más bella de
las metáforas. Pero en esta ocasión había sido otro tipo de tormenta el que lo
había provocado. Sus manos, cansadas de la lucha, se dejaban hacer. Ya la
resistencia no era una opción. La manera de que acabase era esperar. ¿Pero a
qué era a lo que debía aguardar? El final feliz se había tornado para ella en
algo ya imposible. Solo soñaba con que acabase. Era su anhelo.
Pero…¿qué era acabar? La historia de la
rosa en una mano y la bofetada en la
otra. Quería poner el punto final, pero ya era demasiado tarde. Ella lo
sabía. Solo quedaban los golpes de
recuerdos que con fuerza machacaban lo que quedaba en su consciencia.
Buscaba calor en su cuerpo desnudo. No
lo encontraba, su luz había ido
desapareciendo poco a poco. La angustia
y la desesperación habían dejado paso a la reflexión. A la búsqueda del por
qué. Miró el reloj que se alzaba en la pared. Los minutos en él normalmente se
hacían eternos. Pero aquel día se pararon completamente. Ella estaba allí, en
posición fetal, agarrándose con las manos las rodillas temblorosas. Con un nudo
en la garganta que no la dejaba respirar. El oxígeno escapaba por momentos
de sí.
Sólo atisbaba a escuchar palabras de amor. No le sorprendían, había
incluso llegado a pensar que aquello era querer . Pero no, los te amo no son compatibles con
moratones. Y los buenos días princesa no son sinónimo de con quién has estado,
puta. Ambos se clavaban en su pecho de manera diferente. Pero el dolor, llegado
el momento, se había convertido en el mismo.
Su cerebro aunque, casi muerto, había conocido la razón, y se había dado
cuenta del error. No sólo suyo. Pero el
reloj de la pared la seguía persiguiendo. Oía lágrimas que no eran la suyas.
Olor a sangre que no le pertenecía. Pero se alegraba de que fuesen dos los
corazones que dejasen de latir ese día. La extinción de dos almas, que habían
sido antónimos murieron juntos. Pero más separados que nunca.
La agonía iba en crescendo. Y la vida,
poco a poco, se apagaba.
Gracias por leerme. <3
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Un escritor es,
un hombre que establece su lugar
en la utopía.
Abelardo Castillo.