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De una promesa, surgió mi resurrección.

domingo, 1 de junio de 2014

El Atlántico nos necesita.

Esto se escribió el día de Canarias (30 de Mayo) pero el motivo no era de festejo, pues una triste noticia se hace dueña del archipiélago. "Medioambiente da luz verde a las prospecciones petrolíferas en
Canarias", rezaban los periódicos isleños. Recomiendo que esto sea leído desde la rabia y el enfado, todo aunado en una azul tristeza. 
Para ayudarnos a los que aún creemos que el mar de Canarias no debería tocarse, por favor firma la petición en www.savecanarias.org


Chapapote


Hoy, que es el día de nuestras siete islas,

es el momento de gritar más allá de su mar.
Le canto a la salitre en los ojos,
y a su turquesa , azul siempre azul.
Al vuelo de las gaviotas y el ondear del pinar.

Le pido disculpas a las rocas de la costa,
testigos eternos e impasibles de nuestro crimen.
Le pido ayuda al sentimiento que todos llevamos dentro,
en el pecho, en su lado izquierdo, nuestro latir.
Para así no dejar partir a la magia de nuestro hogar.

Perdona si me oyes temblar,
pero es que quieren pintar mi casa,
de un negro futuro y oleoso presente.
Disculpa si me has visto llorar,
pero es que no les quiero dejar pasar.

No quiero volver a casa,
a hundir mis rodillas en la arena,
para embadurnarme las manos y el alma,
con ese sucio tesoro que les ha devanado el seso,
para no ver el verdadero oro al horizonte.

Porque yo, que no la veo todos los días,
no quiero que a la mar la llamen recuerdo.
¡Qué no quiero contar, a mis hijos y a mis nietos,
que lo que ahora ellos ven negro, un día no fue esperpéntico!

A la cúpula ambiental le pido que piense,
en todo lo que nos va a quitar sin ser siquiera nuestro.
Aquí, en las islas estamos tomando prestada,
la amabilidad de su tierra, y le estamos devolviendo
la sentencia firmada y sellada, de una muerte lenta.

Que el canario de verdad, no toleraría
que las instantáneas paisajísticas,
que los poetas han regalado al oído,
sean simples palabras en libros.
Y que yo, hija del mar, pienso reclamar.

A un isleño, le quita el sueño pensar
que alguien se declare, dueño y señor del mar.
Pero a la entera humanidad, le pido,
desde un requerimiento sincero,
que no nos dejen solos ante ellos.

Somos tierra y arena,
el fuego de las palabras,
el cantar de una era.
Somos los inquilinos orgullosos,
de un paraíso oculto y un Atlántico que espera.

Aguarda, pacientemente,
a que alguien salga en su defensa.
Y yo te aseguro que ni Soria ni cualquier sinvergüenza,
nos dejarán a nosotros y a nuestros hijos,
sin la belleza de esta tierra.

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Un escritor es,
un hombre que establece su lugar
en la utopía.

Abelardo Castillo.