Vuelvo a ser yo,
porque tu no estás.
Porque puedo llorar
y saber que no está mal.
¿Sabes un secreto?
Volví a pasar por una librería,
empecé a leer de nuevo
y a sentirme cálida sin mantas.
Me convertí en árbol otoñal,
desnudo por un instante
y aún así con mucha fuerza,
aguardando a la primavera.
Respiré profundo,
mis hombros me decían:
para, te vas a ahogar.
Y lo dejé en standby.
Y recordé aquello del cambio,
que todo pasa y nada permanece.
Pero cómo no poder mirar
a mi reflejo perpetuo.
Encadenado en un vago recuerdo,
le había puesto encima
demasiados trastos viejos.
Los aparté a todos y cada uno.
Y me relajé,
porque hasta ahora,
vivir no había sido tan sencillo
y solo tenía que respirar.
Volví a mi cuarto de adolescente,
antes de que la historia cambiase
a un narrador semipresente y poco estable.
y me miré desde arriba, desde abajo.
Disfruté de todos mis ángulos,
de mis sueños y convicciones.
Y me reencontré con mi paz
entre el ayer y las memorias.
¿Son mis caminos,
acaso las bifurcaciones
de todas aquellas estrambóticas
pero aún así posibles decisiones?
Parad el juego, detened las cartas
y que cese la música del universo.
Que busco el silencio interior,
que me encuentre con el ruido exterior.
Un encuentro esquemático,
desde lo interno a lo externo.
de las entrañas al pintalabios,
del estómago al mariposario.
A creer, que no todo está perdido
y que las oportunidades se dan a pares.
A empezar a construir una casa,
por una maldita vez, desde el cielo y sus altares.
Si algo en tus dedos, no te permite sentirlo:
huye cuanto antes, porque no es conclusiva
una experiencia que nos deja en este estado
escaso y siempre miserable.
Quiero elevar la cabeza,
-en todo lo que haga estirar mi cuello-,
y así la música de mi cabecera
inunde mis brazos y mi mente.
Porque carajo, estoy creando mi vida,
mis instantáneas eternas, mi mapa,
mi ser y reconstruyendo mi antigua alma.
El camino siempre fue el correcto, el problema es perderse en él.
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Un escritor es,
un hombre que establece su lugar
en la utopía.
Abelardo Castillo.