Reina de corazones
se pasea por la noche
con una carta en su mano.
Bendito el destino,
asiduo ludópata del as.
Cruel corona dorada
y asonante sueño rimado
Da vueltas a ciegas,
al lado de la luna y
al ritmo de la música
contonea el miedo.
Lo saca del bolso,
y a todos se lo muestra:
su corazón aún dormido
en señal de protesta.
Se empeña en gritar,
que no sobra el amor
Se pega a los labios,
la sombra de la duda.
Baila con la luna,
enciende las caderas
y las mueve para olvidar.
Pide otra cerveza porque ella va a tardar.
No volverá esa noche a casa,
sino que se dejará al azar
y se permitirá quitar los zapatos
una noche más para volar.
Lleva en la mejilla,
escondidas a la vista,
sus alas de papel.
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Un escritor es,
un hombre que establece su lugar
en la utopía.
Abelardo Castillo.