Era
la sonrisa gitana,
del
pelo ensortijado
y
los pequeños aros,
que
dormían en su oído.
Las
bellas esferas,
color
plata endemoniada,
que
se combinaban,
con
la caída del precipicio.
La
longitud extensa,
de
su barbilla a la clavícula.
y
su mirada lánguida
al
abismo de su vida.
Al
cuello de cisne,
le
agregué un collar
que
rebosaba soberbia
y
era todo lo que necesitaba.
En
la copa de vino blanco
en
la que se acurrucaba,
metí
la vedad que a todos susurraba
cuando
la noche acercaba.
Hacía
a la luna su amiga
y
tocaba con sus pies,
la
cáscara marina
que
pasaba a otra vida.
Pintaba
en su mejilla,
con
gris ceniza
el
difunto mensaje
que
atesoraba su espalda.
Que
quería desnudarse
en
la mar profunda
Y
sentir el frio
de
su corazón sumergido.
Encuentra
mi pecado,
y
constrúyeme una hoguera.
Entonces mi alma,
te
contará su secreto.
Enséñame
tus balas
y
cubre el espacio de mis alas
Volar
no es para un ángel
que
emergió del infierno.
Destroza
mis dedos
anudados
a mi cuello,
y de rodillas confesaré
el
suave grito,
que
te perseguirá.
Ten
por seguro,
que
mis fantasmas corren libres,
Te
buscarán bajo las piedras
y
en lo alto de tu cima
Me
perseguirás,
por
la oscuridad de mi abdomen
Ten
por seguro
que
mis fantasmas corren libres.
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Un escritor es,
un hombre que establece su lugar
en la utopía.
Abelardo Castillo.