Nos jactamos de poseer el don de la racionalidad, alardeamos
constantemente de ello. El ser humano es la especie que se cree con capacidad
para crear y destruir, para juzgar y condenar, en nuestras mentes anida la
sensación divina. Somos todos falsas deidades. Queremos hablar de paz, y es
únicamente la palabra guerra la que escapa de nuestros alientos. Se nos enseña
que siempre ha de haber un final feliz, pero aún sabiendo que es conveniente
para todos, la felicidad es solo la utopía de muchos y la realidad de
pocos.
En nuestro alarde de humanización hemos sido capaces de
deshumanizar a todo lo que desde nuestro punto de vista debía desaparecer de la faz de la tierra. Y esto se
repite en un continuo ciclo a lo largo de nuestra historia, si no es un conflicto
en Asia, será en Europa… o en todo el globo al mismo tiempo.
Aquí el ser humano vuelve a dar cuenta de su elevado
cinismo, intentando dar a entender a nuevas generaciones que los conflictos
únicamente se estudian para obtener una calificación, y no con el propósito de
aliviar el peor lastre de todos.
Las sociedades se jactan con falsas búsquedas de la
justicia, cuando en realidad es en el propio individuo donde se deben buscar
para que después se puedan aplicar a un colectivo mayor. Así, nos creemos excelentes
jueces y políticos cuando en realidad no hemos superado la piedra que nos
impide buscar el bien común en lugar del
propio. Nos enajenamos al pensar las situaciones tan bochornosas de
corrupción de nuestro país. Pero no sucede nada cuando en un ámbito más
reducido suceden situaciones similares, intentando evitar pagos o saltarse
leyes. ¿Cómo podemos pretender tener una casta política y jurídica honesta, si
la propia sociedad nos educa para que esto no sea así?
Volviendo al tema de la justicia y la autodestrucción, el
ser humano es capaz de segar vidas… de hecho, el asesinato se puede llegar a
castigar con el asesinato. ¿Qué pretendemos dar a entender con el lema “ojo por
ojo”? Da igual quién sujete el arma que acaba con una vida, es igualmente un asesinato. La justicia y la venganza no pueden ir de la
mano jamás. Pues es terrorífico la muerte a sangre fría de personas inocentes.,
y la persona que los cometa no merece el título de ser racional. ¿Pero
podríamos considerarnos seres racionales si apoyásemos la pena de muerte? ¿Se
puede legislar en función del dolor? Una parte en mi interior grita que sí,
pero la otra ni si quiera sabe explicar por qué no se debe de hacer así.
En definitiva, el ser humano, como animal racional, debería
tener presente, que no es una falsa deidad y que al no dejarse llevar por sus
instintos no puede contentarse con asesinato alguno. Esto no quita, que todo
aquel que sea dañino para la sociedad y que cause alguna infracción legal no
deba ser castigado. Obviamente, ¿pero hasta que punto somos los demás
moralmente perfectos para decidir sobre la vida o la muerte?
"Dead man walking", la película que inspiró esta entrada.

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Un escritor es,
un hombre que establece su lugar
en la utopía.
Abelardo Castillo.