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De una promesa, surgió mi resurrección.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Autodestrucción.


Nos jactamos de poseer el don de la racionalidad, alardeamos constantemente de ello. El ser humano es la especie que se cree con capacidad para crear y destruir, para juzgar y condenar, en nuestras mentes anida la sensación divina. Somos todos falsas deidades. Queremos hablar de paz, y es únicamente la palabra guerra la que escapa de nuestros alientos. Se nos enseña que siempre ha de haber un final feliz, pero aún sabiendo que es conveniente para todos, la felicidad es solo la utopía de muchos y la realidad de pocos. 
En nuestro alarde de humanización hemos sido capaces de deshumanizar a todo lo que desde nuestro punto de vista debía  desaparecer de la faz de la tierra. Y esto se repite en un continuo ciclo a lo largo de nuestra historia, si no es un conflicto en Asia, será en Europa… o en todo el globo al mismo tiempo.
Aquí el ser humano vuelve a dar cuenta de su elevado cinismo, intentando dar a entender a nuevas generaciones que los conflictos únicamente se estudian para obtener una calificación, y no con el propósito de aliviar el peor lastre de todos.
Las sociedades se jactan con falsas búsquedas de la justicia, cuando en realidad es en el propio individuo donde se deben buscar para que después se puedan aplicar a un colectivo mayor. Así, nos creemos excelentes jueces y políticos cuando en realidad no hemos superado la piedra que nos impide buscar el bien común en lugar del  propio. Nos enajenamos al pensar las situaciones tan bochornosas de corrupción de nuestro país. Pero no sucede nada cuando en un ámbito más reducido suceden situaciones similares, intentando evitar pagos o saltarse leyes. ¿Cómo podemos pretender tener una casta política y jurídica honesta, si la propia sociedad nos educa para que esto no sea así?
Volviendo al tema de la justicia y la autodestrucción, el ser humano es capaz de segar vidas… de hecho, el asesinato se puede llegar a castigar con el asesinato. ¿Qué pretendemos dar a entender con el lema “ojo por ojo”? Da igual quién sujete el arma que acaba con una vida, es igualmente un asesinato.  La justicia y la venganza no pueden ir de la mano jamás. Pues es terrorífico la muerte a sangre fría de personas inocentes., y la persona que los cometa no merece el título de ser racional. ¿Pero podríamos considerarnos seres racionales si apoyásemos la pena de muerte? ¿Se puede legislar en función del dolor? Una parte en mi interior grita que sí, pero la otra ni si quiera sabe explicar por qué no se debe de hacer así. 
En definitiva, el ser humano, como animal racional, debería tener presente, que no es una falsa deidad y que al no dejarse llevar por sus instintos no puede contentarse con asesinato alguno. Esto no quita, que todo aquel que sea dañino para la sociedad y que cause alguna infracción legal no deba ser castigado. Obviamente, ¿pero hasta que punto somos los demás moralmente perfectos para decidir sobre la vida o la muerte?

                                                                    

"Dead man walking", la película que inspiró esta entrada.

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Un escritor es,
un hombre que establece su lugar
en la utopía.

Abelardo Castillo.