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De una promesa, surgió mi resurrección.

miércoles, 29 de julio de 2015

Yo también perdí a mi unicornio.

Silvio, ahora te entiendo.

Sigo sin poder,
datar a las metáforas
de la hora de su muerte.

Pues cuando quedan plasmadas,
se convierten  - deliciosamente-
en un no sueño.
Y me da pena,
dejarlas así.

Solas.

-Pero con ella-

En la compañía mortífaga,
del manto negro de su muerte
que sus huesudas manos dibujan,
de forma incoherente.

¿Y si no hay alma?

Solo gritaré a las oscuras ánimas

-que roban

-me roban

A mí.

Incapacitada de diástole continua,
tras un reloj que me quiere
-entre sus engranajes-
dejar seca de voluntad
ante la cuidadosa tarea de entregarme.

A mí. 

Y sigo molesta,
al más puro estilo Hitleriano,
de la soberbia implícita,
de los argumentos que mi boca regala.

De la verdad que entraño guardar,
siendo yo un monstruo oscuro,
bajo una indecisión de piel y miedo.

Miedo y piel
Piel...
...y nada. 

Y ahora, en este momento
 me digo de forma meteorítica
que entiendo,
eso de hablar con las palabras.

Y que no hay más que dejar un constante fluir.
Una enredadera alongada hacia el balcón de mi angustia.

De querer ser,
de ser,
de haber sido.




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Un escritor es,
un hombre que establece su lugar
en la utopía.

Abelardo Castillo.