Simone
Creo firmemente,
que debo firmar esta carta
desde el corazón,
que se me deshilacha.
Cerquita de mis entrañas,
y arrancándome el alma,
creo que firmé la pena capital
al permitirme caer en la banalidad.
Se me ha olvidado rimar,
y cargar sobre mis espaldas
todo el peso de mi feminidad,
del vergel que nace de mi ser.
La poesía tiene pies de mujer
y valientes rojos en la guerra.
Ellos no callan ni cesan ante aquel cobarde,
que cortarlos desea.
Que sabrán de placer las ánimas,
que mueren en las batallas perdidas.
La represión va en los hombros,
y encharca de sangre el estómago.
La lordosis animal,
nos permitió pensar, como si acaso,
no nos tratásemos de un ser racional.
La pasividad sería nuestra debilidad.
Es del juicio la elección,
de la fémina y su sexo,
de llevar la falda puesta
o el carmín descompuesto.
Desgárrate el pecho ,
sal de armarios y cocinas.
Rompe floreros en sus cabezas.
Mírate, eres vida femenina.
De mis caderas nace,
el misterio más profundo,
de cómo resucitar al alma
que está perdida en otro mundo.
Clitorianamente feliz,
de lo heteropatriarcal usurpadora.
Descendiente de una lucha,
color rojo regaliz.
La revolución feromónica,
ha hecho nido en mi costado.
De la magia biológica,
hago de mi cuerpo un estado.
No hay príncipes ni aforados.
Solo el más claro grito libertario,
emana de mi útero
y acaba en el hipotálamo.
Sin la lucha feminista,
los derechos no serían humanos.
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Un escritor es,
un hombre que establece su lugar
en la utopía.
Abelardo Castillo.